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Del civismo al cinismo

Maggie Garcín Labarthe*

Número 5, año 2, septiembre-diciembre de 2015

 

 

Me atrevo a afirmar que todos pasamos por lo mismo en primaria y secundaria con el flamante programa de la SEP: nuestra clase de civismo. No lo pueden negar, era una materia de relleno que todos aprovechábamos para subir el promedio. Es ahora que me doy cuenta de la gravedad del asunto. No porque como estudiantes no la tomáramos en serio (esta es una simple consecuencia de la espiral provocada en torno al tema), sino porque es una materia que debería ser clave en nuestra educación, siendo nosotros parte de un país “democrático”.

 

Me explico. Hagamos un pequeño análisis de cualquier sexenio vivido; gana el gobernante en cuestión, para gusto de algunos, para desgracia de muchos otros, trae mucha cola que le pisen, lo cual levanta fuertes protestas de indignación entre aquellos  que votaron en contra. Comienza el gobierno, son 3 o 6 años de altibajos según sea el caso, para concluir con reflexiones pseudo-revolucionarias de lo que no se hizo, de lo que se hizo mal, de lo que se robaron, de lo que faltó y de cómo, con el próximo gobierno, nos va a ir todavía peor. Ahora, viene esa epidemia de la cual los mexicanos parece que no nos podemos curar. Las famosas y casi nada trilladas frases de “el cambio está en nosotros” “somos más los buenos” “México es de los mexicanos”…. Y esas teorías de que si quieres cambiar al país empieza por no dar mordida ni estacionarte en línea amarilla. Ojo, no es que esto no sea cierto, claro que son pasos para construir una sociedad más sana y civilizada. Pero el meollo del asunto es justo eso que nadie nos explicó en la famosísima clase de civismo: somos parte de un país DEMOCRÁTICO, por lo cual nos podemos involucrar directamente en nuestra política.

 

Yo sé, es común que a gran parte de la población el tema de la política le cause todo tipo de sensaciones menos atracción y gusto. Pero quiero hacer dos aclaraciones; primeramente tenemos que saber diferenciar entre LA política y LOS políticos. En papel puede sonar muy parecido pero en la práctica cambia de forma radical. La política es el arte de gobernar y política hay aquí y en China, sea democracia, sea comunismo, sea islam.

 

Políticos son quienes llevan dicha función a cabo, y pueden ser desde los señores de este país que ostentan una orden de arresto al terminar (o durante, ¡viva México!) su gobierno, hasta la señora Angela Merkel, Evo Morales o en su defecto, Cuauhtémoc Blanco. ¿Que no les gustan los políticos? ¡A mí tampoco, en su gran mayoría! Pero que esto no nos aleje de la política. Es ahí donde entra mi aclaración número 2: Participar en nuestro sistema político no es sinónimo de lanzarnos de diputados o gobernadores.  Así de fácil.

 

Es aquí cuando regreso a las sonadas clases de civismo, que, entre más lo pienso, sólo me acuerdo que mi libreta tenía que ir forrada de naranja. Sí, fatal. Dada mi escasa memoria, hablé con una amiga educadora para investigar si en el plan de estudios todavía figuraba esta materia. Y si, todavía figura. Cuando le pregunté qué temas se veían, todos mis temores se vieron confirmados: el Presidente, los Diputados y Senadores. Los derechos de los niños, el art. 3, el 127 y el día de la Constitución. Muy bien, yo entiendo que estos son temas para niños de primaria, no les van a dar un curso de Derecho Romano. ¿Pero entonces en qué momento de nuestra educación nos explican qué es un referéndum, la iniciativa popular, un plebiscito…?

 

A excepción de ciertas carreras profesionales, dígase Derecho, Relaciones internacionales, o Comunicación, como fue mi caso, nadie nunca nos va a explicar a qué se refieren esos términos.

Y he ahí la gravedad del asunto. Porque esas son justamente las formas en las que podemos participar de forma mucho más directa dentro de las decisiones que se toman en nuestro país. A excepción del plebiscito, que debe nacer directamente del gobierno, nosotros los ciudadanos comunes y corrientes podemos hacer exigencias, propuestas, iniciativas. Podemos hacer ese cambio que tanto pregonamos que debe de salir de nuestras trincheras y que al parecer, creemos que sólo se puede hacer con una manifestación que convierta Avenida Reforma en un caos monumental. Sí, también estamos en todo nuestro derecho de manifestarnos públicamente. Pero si algo tenemos que aprender es que hay otras vías para expresar nuestro descontento.

 

Y claro, siempre hay que ver la otra cara de la moneda. Sigo sosteniendo la teoría de que sería tonto el gobierno que le apueste a la educación de este país. Seamos sinceros, la ignorancia vaya que es el opio de este pueblo. El día que seamos un México letrado, responsable y PARTICIPATIVO, se le acaba el abuso a aquellos en la silla. No es sorpresa que nuestras clases de civismo sigan siendo sólo un atisbo por la ventana de cómo se debe de gobernar un país con democracia y de cómo los gobernantes nos deben representar. Tocando la fibra sensible, es justo este el problema de que un gobierno controle directamente la educación, los textos y los programas, y aunque el mercado en esta materia se esté expandiendo cada vez más, estamos a años luz de una educación que dé a su población verdadera materia prima para tomar acción desde su trinchera. Tenemos que ir de este cinismo al civismo, pero civismo de verdad, que motive a los mexicanos a tomar decisiones dentro de su país, a proponer leyes que necesita la mayoría y no que le convienen a unos pocos, leyes que construyan un México nuevo, no que le paguen favores a sindicatos y grupos de presión.

 

Sigamos sin dar mordida y sin estacionarnos en línea amarilla, pero empecemos también a trabajar en comunidad, ser parte de iniciativas ciudadanas, exigirle a nuestros representantes, pero exigir con fundamentos, con ideas, con interés. Si el día de mañana esto nos lleva a buscar una candidatura independiente, que mejor. Este país necesita ciudadanos involucrados en su gobierno, más Pedro Kumamoto, más interés real. No esperemos a que termine el nuevo sexenio para quejarnos una vez más y rezar por que no nos vaya peor, mientras forramos la libreta de nuestros hijos de color naranja.

 

*Maggie Garcín es comunicóloga por la Universidad Panamericana Campus Guadalajara. Ha sido locutora de Radio UP FIL 2014 y 2015. 

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