top of page

Entrevista al Dr. Javier Contreras

 Número 2, Año1, julio-diciembre de 2014

 

Debido a la coyuntura política que presenciamos en el país actualmente, el consejo editorial de la revista Dimensiones realizó una entrevista a Javier Contreras Alcántara, profesor-investigador de El Colegio de San Luis A.C. que es Doctor de Investigación en Ciencias Sociales con mención en Ciencia Política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) Sede México, para que nos brindara un amplio panorama sobre la desaparición de los estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa y los efectos sociopolíticos que le rodean.

 

Contexto: ¿Qué es lo que ha estado pasando en Guerrero? ¿Qué dio origen a la desaparición de los 43 normalistas y por qué Guerrero es tan importante? ¿Qué factores políticos y sociales atraviesan la situación?

 

En lo que ha sucedido en Guerrero, quizá lo más grave y que lo vuelve tan importante es que no es un caso único ni aislado. Lo que han develado las desapariciones de los normalistas de Ayotzinapa, que ya se había mostrado en otros casos, como el de Michoacán o en Tamaulipas -por sólo mencionar un par de ellos-, es que en el país hay espacios en los que coexisten dos autoridades: por una parte el Estado con sus organizaciones, programas y estructura de autoridad, y por otra cacicazgos políticos, sociales o económicos, y por supuesto grupos criminales que imponen en ciertos territorios su propia autoridad y ley.

 

Esta situación no es nueva. Nuestro país desde la época colonial ha funcionado así y luego como república se mantuvo ese sistema -se puede leer a Fernando Escalante en Ciudadanos Imaginarios para una mayor claridad-, sin embargo hoy ésta situación ha quedado más expuesta y el problema es que estos grupos privados han logrado escapar a la autoridad del Estado y negociar con sus agentes la aplicación selectiva de la ley a su favor y en contra de sus oponentes, y aun más allá de esto, han logrado hacer que la autoridad representativa del estado -de los tres niveles de gobierno- en sus territorios se pliegue -por voluntad, amenaza o infiltración- a sus intereses y acate su propia ley y autoridad. Ante esta situación, la ciudadanía sabe que la ley del Estado no se aplicará a menos que la autoridad ilegal así lo desee, y que una falta -voluntaria o por ignorancia- ante las disposiciones de estos grupos privados puede costarles su patrimonio o hasta la vida. La denuncia tampoco ha sido efectiva pues la colusión rebasa las fronteras de lo local y cuando se les detiene, la ineptitud, la corrupción o bien el descuido de las aparatos de justicia, como se ha visto en múltiples casos, lleva a que todo quede sin castigo. 

 

Hoy día, a la debilidad del Estado se le agrega la corrupción o colusión -voluntaria o forzada-, la infiltración y la impunidad. Es un problema estructural que no se combate sólo eliminando a la policía municipal para dejar la seguridad en manos de las policías estatales igualmente infiltradas, poco capacitadas y mal pagadas. Tampoco se soluciona con un número de emergencia, cuando se desconfía de quien estará a cargo de responder, mucho menos desapareciendo autoridades municipales a discreción. La infiltración de los ayuntamientos no se combate con una ley, sino cumpliendo las ya existentes y conteniendo la ambición electoral de los partidos. Lo que es necesario es la recuperación de las zonas de duplicidad de la legalidad pública y la legalidad privada a favor del Estado, y como se mencionaba, esto es a todos los niveles de gobierno.  

 

 

Escenarios posibles y efectos: ¿Cuáles fueron los efectos y repercusiones de carácter político y social que tuvieron mayor impacto y cuáles son los posibles escenarios futuros?

 

Creo que han habido varias repercusiones: la ineficacia de la autoridad para dar una explicación contundente, sin dudas, de lo sucedido ha dejado al gobierno en una encrucijada que no tiene alternativa optimista: o bien deja expuesta la debilidad, no sólo del gobierno en turno, sino del Estado, pues durante mucho tiempo se le ha pensado en nuestro país al Estado como un ente todopoderoso; sin embargo mucho de su poderío radicaba en las relaciones de intercambio o compra de favores entre liderazgos. Con el cambio político eso se modificó y se consideró que la eficacia y el poder del Estado se mantenía y hacía transparente, pero tal poder puede ser que nunca haya existido como tal, o bien muestra al gobierno como un manipulador de lo sucedido, participante o encubridor de los hechos que hoy mantienen en dolor a gran parte de nuestro país.

Sea cual sea la respuesta a la encrucijada, deja en claro que nuestro sistema político atravieza una crisis institucional muy grave. Una democracia que carece de partidos limpios, interesados en el bien común y en su lugar se muestran voráces de poder y que no les importa a quién abanderan con tal de mantenerse en el “negocio” de la política. Un entramado institucional de rendición de cuentas y transparencia que hace las veces de una escenografía en la obra de los partidos políticos. Un sistema de seguridad y procuración de justicia que carece de inteligencia, de respuesta rápida y agil, de procedimientos de investigación, inefectivo. Y además queda claro que el Estado es débil y ha sido infiltrado en muchos de sus espacios por aquellos que dice combatir, con lo que en realidad deja de combatirlos y sólo simula hacerlo –intencionalmente o por debilidad-.

Queda también la otra parte: ¿quiénes son los criminales y de dónde proceden? De esto no se quiere hablar, pareciera que no existen pero aquí están y pueden ser nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestros familiares… Forman parte de nuestra sociedad también, lo que significa que no sólo el gobierno o el Estado es débil, sino que nuestra sociedad también lo es; que el respeto por el otro, por su vida y su libertad, se ha perdido. Que nuestra sociedad ha debilitado hasta desaparecer, en ciertos casos, sus lazos de unidad, respeto y sentido de pertenencia. Nuestra sociedad está en crisis también.

 

Legitimidad y democracia: ¿Ha perdido la clase política legitimidad debido a esta crisis? ¿Qué pasa ahora con la construcción de la democracia, la credibilidad y legitimidad de la izquierda en México?

 

Sin duda es momento de hacer un alto en el camino y replantear nuestra forma de pensar a México como una democracia. Durante la parte final de la década de los ochenta y luego en la primera mitad de la década de los noventa, en nuestro país se consideró que bastaba con las elecciones, con que los votos fuesen respetados y bien contados para tener una democracia en funcionamiento, que la cultura política llegaría por añadidura y sin embargo lo que nos ha enseñado la realidad es que la cultura de legalidad, la transparencia, de respeto a la autoridad, de respeto a las libertades, a los derechos humanos, la responsabilidad y resposividad de quienes alcanzan un puesto es mínima o inexistente. A su vez los ciudadanos consideran que basta con ir a votar y no hace falta respetar las leyes ni a los demás y tenemos como consecuencia una alata corrupción en la estructura, tanto de gobierno como social. Hemos invertido y apostado todo a las elecciones, pero las instituciones –prácticas, normas, leyes, comportamientos- que las sostienen y las hacen valiosas siguen siendo deficitarias.

Este déficit de nuestra democracia no es ocultable más, tampoco se le puede engañar más a la sociedad y esto ha hecho que la clase politica pierda legitimidad muy rápido. No es sólo la coyuntura –por más terrible que pueda ser-, es lo acumulado que surge a la luz. Y parece que nuestra clase política no lo entiende, parece que está anclada al pasado y sus respuestas son insuficientes, fuera de tiempo, carentes de imaginación, parecen ser pensadas para otro tiempo y otra sociedad que no existen más. Lo mismo aplica para la izquierda. Si lo pensamos en términos globales, no sólo la izquierda, sino la oposición, hoy día es parte del problema y no de la solución, queda claro que no tienen idea tampoco de cómo salir de la situación en que se encuentra el país, no sé si es que alcanzan a dimensionar el problema.

 

Medios de comunicación: ¿Cuál fue el papel de las redes sociales y los medios de comunicación? ¿Fueron realmente las redes sociales una fuente de cohesión social y de difusión masiva de información?

 

Hoy las redes sociales son muy importantes, se han convertido en poderosos difusores de información, pero la libertad que existe en ellas lleva también a que se difundan muchas cosas que no son verdaderas. Sin embargo este peligro es sobrepasado por la respuesta que alcanza al difundir ciertos temas que los medios tradicionales no tocan –por interés o desinterés- y no cabe duda que haya ayudado a poner en marcha la acción colectiva; tampoco cabe duda del impacto que tienen en la llamada de atención sobre asuntos o acciones indebidas. Las redes sociales hoy potencian la vigilancia sobre las autoridades y la exposición de actos indebidos por autoridades o por ciudadanos. Además abren un espacio de discusión pública, que muchas veces las autoridades no están dispuestas a abrir. En la difusión del caso Ayotzinapa mucho de su impacto ha sido por las redes sociales, sin duda, estamos ante una nueva manifestación política y social.  

 

Retos a futuro: ¿Cuáles serían los retos de la sociedad civil, la clase política y los órganos de gobierno?

 

Son varios, aquí sólo puedo retomar algunos. Por parte de la sociedad civil es continuar con las movilizaciones, con las exigencias de que la transparencia, la certeza, la justicia, la seguridad se cumplan, pero también darse cuenta de que en buen grado el origen del problema y de la solución se encuentra de su lado, exigir democracia y comportarse democráticamente es un gran reto, participar de la política en forma continua es otro. Para la clase política el reto es renovarse, cambiar de piel y de valores, quizá más que renovarse es transformarse en algo que hoy no son: demócratas; comprender al país y a la sociedad, ponerse al día y dejar que el acceso a la participación politica institucional sea más sencillo, dejar de ponerse reglas a modo, comportarse éticamente y pensar en el largo plazo. Para el gobierno es dejar de pensar en los medios y las encuestas, ver el país de la realidad cotidiana, aportar soluciones reales y de profundidad, ser gobierno, pero sobre todo comportarse como un gobierno democrático, asumiendo los valores que la sostienen y la rodean.

 

 

 

bottom of page