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Epidemias: nuevos mercados para el capital**

 

Nydia Egremy*

Número 2, año 1, julio-agosto de 2014

 

Introducción

 

Los cíclicos brotes de influenza, gripe aviar, malaria, Ébola y VIH Sida son efecto del subdesarrollo y dependencia biotecnológica al que los países pobres han sido condenados por el neocolonialismo. Gran beneficiaria de esos males es la industria farmacéutica trasnacional, que controla la investigación y abre mercados donde miles de víctimas, urgidas de tratamiento, significan altas ganancias. Mientras los Gobiernos confirman su ineficacia y la paranoia alimenta el éxodo de refugiados, se militarizan las fronteras por la desinformación y xenofobia. Esa es la dramática expresión del control capitalista de la salud.

 

Las calles de ciudades y aldeas en Liberia y Guinea están vacías. Soldados armados custodian retenes en Sierra Leona y Nigeria que bloquean el paso desde y hacia los barrios donde se presentan más casos de contagio por el virus del Ébola. El hospital St. Joseph de Liberia cerró tras la muerte del director (1), el transporte público ya no circula pues escuelas e instituciones públicas cesaron sus funciones y el comercio declinó. Hace sólo nueve meses que murió en Guinea el “paciente cero”- un niño de dos años- por el nuevo brote (2) que en noviembre de 2014 había causado 5 mil 459 casos según la Organización Mundial de la Salud. El virus se propaga en África occidental y los vecinos cierran sus fronteras en la cara de miles de refugiados.

 

Esa cuarentena, que es ya un virtual estado de sitio para casi 300 millones de personas, agrava la economía de una región ya débil por las secuelas de la persistente guerra civil. El terror de habitantes y personal médico al contagio exhibe dos realidades: la incapacidad de los Gobiernos para dotarse de un sistema eficiente de salud y el fracaso de organismos internacionales que hace décadas llegaron al continente con la promesa de desarrollar su economía, salud, agricultura y educación.

 

La amenaza surgió en 1976. Más de 500 personas murieron por un mal desconocido en la zona del río Ébola, entre Sudán y la República del Congo. Más tarde los centros de control de epidemias lo identificaron como virus y le dieron el nombre del sitio donde debutó. Décadas después el mal reapareció en Gabón y Uganda y permaneció latente hasta diciembre de 2013, cuando atacó en Guinea Conackry y avanzó hacia los vecinos Liberia, Sierra Leona y Nigeria, todos en África occidental. Entre el primer brote y el actual hubo tiempo para prevenir e invertir en salud pero no se hizo.

 

Pese a contraer empréstitos multimillonarios con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, los Gobiernos fueron incapaces de suministrar agua potable para consumo humano y agrícola, mejorar la alimentación, prevenir hambrunas y enfermedades.  Hoy, más de 300 millones de africanos viven con menos de un dólar al día, 30 millones de niños menores de cinco años están desnutridos y 43 por ciento de la población no tiene agua potable.

 

Más aún, el continente aloja al 70 por ciento mundial de portadores de VIH Sida (con 2,2 millones de muertes al año) y el 90 por ciento de los casos de paludismo, malaria, fiebre amarilla y tuberculosis, cólera y meningitis: las llamadas enfermedades de la pobreza. En ese contexto donde las instituciones no funcionan a cabalidad, y de silencios cómplices, no sorprendió que resurgiera el brote de Ébola en tres de los países más pobres del planeta.

 

En Guinea, el gasto anual en salud por persona no supera los 62 dólares (unos 775 pesos), comparado con 3 mil 364 (casi 42 mil pesos) del Reino Unido y en Sierra Leona hay dos doctores por cada 100 mil personas comparadas con 245 en Estados Unidos (3). Periódicamente organismos como el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) advertían del alto riesgo de reaparición de emergencias sanitarias. En esa precariedad resurgió el brote del virus hemorrágico en la región con tal intensidad que Médicos sin Fronteras admitió que sus 680 trabajadores, simplemente no pueden hacer más.

La peor pesadilla se concretó el pasado 16 de agosto, cuando 17 pacientes con Ébola huyeron del hospital de West Point, un barrio pobre de Monrovia, capital de Liberia, donde fueron confinados en cuarentena. El diario FrontPage África refiere que en la zona viven unas 75 mil personas; entre los prófugos hay casos sospechosos y confirmados de personas contaminadas con el patógeno que huyeron con ayuda de ciudadanos que ingresaron violentamente a la clínica.  Liberia registra más de 450 decesos por el virus, según la OMS.

 

Y mientras tanto en Estados Unidos, expertos del Centro de Operaciones de Emergencia en Atlanta monitorean cómo evoluciona cada caso detectado y tienen una visión en tiempo real de la epidemia. El director, Tom Frieden señala que su objetivo es detener el avance del brote y para ello buscan a los contactos de las personas infectadas; afirma que saben cómo detener el Ébola pero anticipa que no será rápido ni fácil.

 

Salud y Negocio

 

La industria farmacéutica capitaliza los brotes epidémicos en todo el mundo, con ganancias anuales no menores a 80 mil millones de dólares. Fiel a las leyes del capitalismo, ese sector busca nuevos y prometedores mercados a partir de las crisis sanitarias, como constató en 2009 la firma de información, servicios y tecnología IMS Health, al anticipar que la industria crecería al 52 por ciento. Ahí se vaticinó el auge en siete nuevos mercados farmacéuticos: Brasil, Rusia, India, China, México, Turquía y Surcorea.

El análisis del director del IMS Health, David Campbell, concluía que los mercados emergentes representan nuevos desafíos que podrían resolverse si se eligen los productos apropiados y se atienden las necesidades médicas. La firma advertía que ello no significa que se adquieran medicamentos genéricos baratos, los grandes enemigos de la industria farmacéutica. Paradójicamente, esa firma no contemplaba a África como nuevo mercado.

 

Según la OMS, el 50 por ciento de la población de África e India carece de acceso a medicamentos básicos, lo que vulnera el derecho a la salud, según el doctor en derechos humanos y comercio de la Universidad de Essex, Reino Unido, Justice C. Nwobike. El experto cita el ejemplo de la fluconazola, un medicamento para el VIH que cuesta 55 dólares en la India, donde no está protegido por patente, mientras que en Malasia alcanza un precio de 697 dólares, en Indonesia de 703 dólares y en Filipinas donde alcanza los 817 dólares por estar protegida por patente.

 

Otro ejemplo es el tratamiento contra la malaria, que ocasiona pérdidas en el Producto Interno Bruto de los países de África subsahariana equivalentes a 15 mil millones de dólares, además de que consume más del 50 por ciento del gasto en salud pública en aquella región. Esto hace que los medicamentos patentados sean más caros e inaccesibles para las mayorías, en contraste con los productos similares (genéricos) que se producen sin la protección de la patente en otros países.

 

La falta de investigación médica hizo dependiente al llamado Tercer Mundo de los fármacos desarrollados por empresas del Primer Mundo (4). Para evitar tal merma y lograr la atención eficaz de los enfermos, el Informe Más Allá de la Filantropía (junio de 2006) de: Oxfam, Save the Children y VSO (5) recomendaba la adopción de tres parámetros preventivos: 1) Que las farmacéuticas establezcan una política de precios especial en todos sus productos para los países menos desarrollados. 2) Que el sector flexibilice sus patentes para conceder licencias y que los países pobres produzcan medicamentos si consideran que la salud de su población está en peligro, y  3) Que las compañías destinen más recursos a la investigación y desarrollo de medicamentos contra males infecciosos al tiempo en que se desgrave fiscalmente a las compañías nacionales. Hasta ahora, ninguno de esos parámetros ha entrado en vigor y las poblaciones afectadas son las principales víctimas de ese control corporativo de la salud.

 

La actual alerta mundial llevó a la OMS a valorar y a aprobar el uso en humanos de antivirales, anticuerpos monoclonales y vacunas en estudio. Es una decisión que representa la esperanza para muchos pero que preocupa a expertos como el virólogo británico Jonathan Ball, quien sostiene que el uso de esas fórmulas en fase de estudio implica grandes riesgos.

 

La urgencia por salvar la vida de los pacientes y frenar la epidemia puso en primer plano al suero ZMapp de la empresa de biotecnología estadunidense Mapp Biopharmaceutical Inc. Se trata de anticuerpos creados en la sangre de ratones, que se adhieren a las células infectadas con Ébola para evitar su avance; la sustancia se aplicó con éxito en el médico Kent Brantly y la misionera Nancy Sritebol, estadunidenses infectados con el virus en Nigeria. Pero fracasó con el sacerdote español, Miguel Pajares de 75 años, que se contagió en Liberia.

 

Hay otras tres sustancias antivirales en fase de investigación no probados en personas, sólo en primates, con una eficacia “convincente” según la subdirectora de la OMS, Marie-Paule Kieny. El Gobierno de Canadá envió a la OMS 800 dosis de la vacuna experimental VSV-EBOV, cuyos resultados son alentadores, dijo el subdirector de Salud Pública de aquel país, Gregory Taylor. Por su parte, el director de Vacunas e Inmunización de la OMS, Jean-Marie Okwo Bélé admitió que hasta 2015 estará lista una vacuna.

 

Es importante la opinión del codescubridor del virus, el experto belga Peter Piot, quien descarta la posibilidad de una gran epidemia fuera de África. Sostiene que un portador del virus puede viajar junto a otros en el metro y no los afectaría, pues la infección requiere un contacto muy directo (con sangre, líquidos biológicos o tejidos infectados). Advierte que el mayor riesgo es que el Ébola alcance un centro urbano grande y se expanda por todo el continente.

 

Emergencia global

 

Aunque las cifras del nuevo brote de Ébola cambian minuto a minuto, la OMS ha admitido que la magnitud del problema se subestimó. Se habla de mil 69 muertos en Guinea, Liberia, Nigeria y Sierra Leona con más de dos mil casos detectados, por lo que el equipo de expertos del Comité de Emergencias (CE) de la OMS emitió directivas que contemplan la cooperación internacional para detener la epidemia y acatar cuarentenas, cierre de fronteras y regulación del tráfico aéreo mundial.

 

No obstante, la infección sobrepasa los escasos y rudimentarios sistemas de salud de la región, por lo que esos países ya desplegaron a sus fuerzas de seguridad para imponer cuarentenas en las fronteras entre Guinea, Liberia, Sierra Leona y Nigeria. Aunque la OMS pide evitar el pánico y el miedo, es notorio que los países afectados son incapaces de enfrentar la escasez de médicos, enfermeras y equipo necesario como trajes protectores y tiendas de aislamiento.

 

En este contexto cobran relieve las palabras del Consejero delegado de la farmacéutica alemana Bayer, Marijn Dekkers, en un foro del sector en Londres el 3 de diciembre pasado que recogió y la revista Bloomberg Business Week que indignaron a muchos: “Nosotros no desarrollamos este medicamento para el mercado de la India, lo desarrollamos para los pacientes occidentales que sí pueden permitírselo”. Nueve meses después, el representante de la OMS Pierre M’Pele Kilebou solicitaba la solidaridad internacional para aportar 100 millones de dólares en la lucha contra el Ébola.

 

Este dramático panorama es idéntico al que en 2009 anticipaba el estudio denominado La forma de los Trabajos por Venir, de la firma británica Fast Future Research. Ahí planteaba la posibilidad de que en el futuro existan inspectores de epidemias autorizados a usar las armas para repeler a multitudes que intenten ingresar a otros territorios huyendo del potencial contagio.

 

Cinco años después de aquel estudio, se concreta el peor escenario bosquejado por expertos en epidemiología: se militarizan puertos y pasos migratorios y algunas aerolíneas suspenden vuelos a países en riesgo para impedir el flujo de personas sospechosas de portar el virus del Ébola. Esto implica falsas alarmas, violación a los derechos humanos, caos, terror que no sólo se aplica contra el Ébola, sino al Chikungunyia, VIH Sida y otras pandemias que afectan los países pobres, consumidores cautivos de la industria farmacéutica trasnacional.

 

NUMERALIA: El negocio de la industria farmacéutica

2013    $51.1 mil millones de dólares (mmdd)

2012    $49.6 mmdd

2011    $48.6 mmdd

2010    $50.7 mmdd

2009    $46.4  mmdd

2008    $47.4 mmdd

2007    $47.9 mmdd

2006    $43.0 mmdd

2005    $39.9 mmdd

2000    $26.0 mmdd

1990    $8.4 mmdd

1980    $2.0 mmdd

FUENTE: Pharmaexec.org

 

 

CITAS:

1.- “Liberia decreta estado de emergencia y cierra hospital” en 20 minutos.es (07.08.2014)

2.- “Un niño de dos años, el ‘paciente cero’ del actual brote de Ébola” en El mundo. es (13.08.2014)

3.- Organización Mundial de la Salud. “Gastos en Salud y Cobertura Universal” en Estadísticas Sanitarias Mundiales 2012.

4.- Calzadilla Moreira Gilberto et al. “Los medicamentos en el mundo asimétrico actual: del no-acceso al acceso. Parte I” en Revista Cubana Médico Militar (2007), Instituto Superior de Medicina Militar Dr. Luis Díaz Soto, La Habana, Cuba.

5.- “Invertir en la vida. Cómo lograr el acceso a medicamentos esenciales a través de prácticas empresariales responsables” en Informe de Oxfam Internacional, Noviembre 2007 

 

* Este artículo fue publicado originalemente en la revista Buzos de análisis político http://buzos.com.mx/

**Nydia Egremy es internacionalista y durante más de 20 años se ha desempeñado como periodista especializada en asuntos globales.

 

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