top of page

La plaga de la miseria: contraste de la infravivienda en América Austral

Palabras clave: Infravivienda, slums, Argentina, Chile

 

Adria Haro Pérez*

Número 4, año 2, mayo-agosto de 2015

 

Introducción

La presente investigación pretende elaborar un contraste de los asentamientos informales en la América Austral, específicamente, en las ciudades capitales de Argentina y Chile: Buenos Aires y Santiago, respectivamente. Se realizará una aproximación histórica sobre las políticas públicas emitidas por las administraciones de ambos países. La delimitación temporal puede parecer ambigua puesto que este texto es producto de la bibliografía al alcance, la cual abunda en finales del siglo XX y principios del siglo XXI.

 

La imagen más cercana que tenemos de las infraviviendas son las denominadas "favelas" en Brasil. Sin embargo, este fenómeno abarca la totalidad del panorama global y se da en países en vías de desarrollo, así como en países desarrollados, incluyendo a Estados Unidos y a Japón, por citar algunos. Nuestro estudio recae en una minoría: los habitantes de callampas y los villeros, grupos numéricamente inferiores al resto de la población que se encuentran alejados de una posición de dominio y cuyos miembros poseen características étnicas, religiosas o lingüísticas que difieren en algunos casos a las predominantes de la región (Organización Internacional para las Migraciones, 2015, pág. 43).

 

Nuestro estudio se desenvuelve en un contexto hostil, los habitantes de infraviviendas en América Latina pueden considerarse las principales víctimas de la implementación del liberalismo económico. El presente texto sólo presenta una realidad parcial ante los dilemas de la modernidad, ya que no ha conseguido otorgar la auténtica liberación y en su lugar propicia un estado de esclavitud real, burocrática y disciplinaria (Lipovetsky, 2014, pág. 16).  No podemos ignorar el papel determinante de la globalización, considerándola como el proceso  personificado de la transformación de la organización espacial de las transacciones y relaciones sociales. Dichos procesos trascienden generando flujos y redes interregionales y transcontinentales de actividad, interacción y ejercicio del poder, entendiendo flujos como el movimiento de artefactos físicos, personas, símbolos e información a través del tiempo y el espacio (Held, McGrew, Goldblatt, & Perraton, 1999, págs. XXIX-XXX).

 

Los villeros y pobladores callampa –como cualquier otro ciudadano universal- se desenvuelven bajo un conjunto de reglas y técnicas concretas (vigilancia jerárquica, sanción normalizadora, control) destinadas a producir una conducta normalizada y estandarizada, atribuyéndose una misma pauta, a fin de optimizar las facultades productivas (Lipovetsky, 2014, pág. 16). Los habitantes no sólo viven atados a esta situación, se le suma una serie de relaciones jerárquicas a la que son subyugados dentro de las comunidades, a menudo están excluidos socialmente y no pueden participar plenamente en la vida de la ciudad (Bastia, 2007, pág. 88).

 

Urbanización irregular

 

En este apartado realizamos una aproximación a los conceptos teóricos estrechamente vinculados con la aparición de infraviviendas. Paralelamente, se elaboró una lista[1] sobre cómo son conocidos este tipo de asentamientos en países en vías de desarrollo. Los nombres corresponden específicamente a un país determinado, son denominaciones que normalmente tienen un origen cultural y dista mucho de ser un concepto académico.

 

Crecimiento demográfico

 

Han sido el crecimiento demográfico, propiciado por los flujos migratorios, las dinámicas capitalistas y la falta de oportunidades, los factores que han orillado a los ciudadanos a ubicarse en zonas al alcance de sus ingresos monetarios. El crecimiento demográfico en las zonas urbanas va en aumento; actualmente se estima que entre un quinto y un tercio de los pobladores urbanos en situación de pobreza, habitan en viviendas multifamiliares, de baja calidad y sin servicios básicos (Davis, 2006, pág. 45).

 

Existe un alto índice de asentamientos informales: a partir de 1970 la tendencia apunta a que la mayoría de la población urbana sin recursos resida en las comunidades hiperdegradadas de la periferia urbana, principalmente en países en vías de desarrollo (Davis, 2006, pág. 53), sumado a los cambios de residencia, se estima que para el siglo XXI el 3% de la población se encuentre catalogado como migrante (Wenden, 2010, pág. 20).

 

Flujos migratorios

 

La globalización ha traído consigo la interacción de nuevos actores en la sociedad, produciendo en las ciudades un incremento notablemente en la polarización como consecuencia de la revolución tecnológica, transformándose en centros claves que mantienen una fuerte influencia en la vida económica, política y cultural de sus países y/o regiones (Vekemans, Marginalidad en América Latina. Un ensayo de diagnóstico, 1967, pág. 286). No es casualidad que sean espacios receptores de migrantes quienes buscan oportunidades laborales, educativas, de salud, entre otras.

 

De manera breve, nos referimos a las personas, en algunos casos familias, que van a otro país o región con miras a mejorar sus condiciones sociales y materiales, sus perspectivas y las de sus familias, como migrantes. Si bien existen muchas formas de migración y se dan por motivos muy diversos, se entenderá a la migración como el "movimiento de población hacia el territorio de otro Estado o dentro del mismo que abarca todo movimiento de personas sea cual fuere su tamaño, su composición o sus causas" (Organización Internacional para las Migraciones, 2015, págs. 38 - 41).

 

Los movimientos migratorios modifican y alteran la lógica local en la que están inmersos y son el reflejo de un conjunto de desafíos políticos, económicos, demográficos, culturales y medioambientales, dando un testimonio directo de las desigualdades de un mundo que es cada vez más interdependiente (Wenden, 2010, pág. 19). Este desplazamiento de individuos y poblaciones a gran escala no es característico de la postmodernidad, ya que existe desde los inicios de la humanidad. Si bien se puede considerar que su génesis se remonta a la aparición de los primeros Estados (hace más de seis mil años), según los especialistas; además consideran que el fenómeno de las migraciones globales totales aumentó de manera significativa en el principio de la modernidad a la época actual (Held, McGrew, Goldblatt, & Perraton, 1999, págs. 286, 305-306).

 

¿La marginalidad es inherente al fenómeno de infraviviendas?

 

El simple hecho de habitar en una zona urbana no significa necesariamente una mayor calidad de vida, por ejemplo, David Satterthwaite sostiene que en la ciudad viven muchos habitantes cerca de tuberías principales de distribución de agua, alcantarillas, hospitales e instituciones de educación superior, y no necesariamente se traduce en la facilitación de uso en estos servicios; "proximidad no significa acceso" (Satterthwaite, citado en Bastia, 2007, pág. 85). Existe una corriente entre los urbanistas abogando por la redefinición el concepto de periferia.

 

El antropólogo Kalyanakrishnan Sivaramakrishnan, nos aclara que, debido al crecimiento exorbitante de las áreas suburbanas, se obliga a los teóricos a repensar y reestructurar el término. Lo que normalmente se conocía como zonas “marginales” ha consumido la ciudad a tal punto que la totalidad de la localidad es periférica y no solo un área (Sivaramakrishnan, s.f). Dicho debate se enfatiza ante el fuerte dinamismo de la globalización, estableciendo un ambiente propicio para que en cualquier momento, lo que hoy es conocido como los límites de la ciudad, campos, bosques o desiertos, el día de mañana pueden formar parte de terrenos densamente poblados (Davis, 2006, pág. 54).

 

En Latinoamérica el fenómeno de marginalidad que se encuentra presente, puede ser considerado un problema estructural-funcional. De aquí en adelante el término marginal designa a los grupos sociales que, a pesar de ser miembros de la sociedad de un país, no llegan a penetrar en la intimidad de sus estructuras (Vekemans, Marginalidad en América Latina. Un ensayo de diagnóstico, 1967, págs. 49-51). La característica principal del marginal radica en la falta de participación de cierto grupo en el desarrollo económico, social y cultural, traducido en una desigual distribución del ingreso. Dicha dinámica con frecuencia propicia una sociedad dividida en dos grandes sectores: aquellos involucrados en el desarrollo y aquellos que están al margen del desarrollo (Casanova, 1965, pág. 69).

 

Como se ha ido discutiendo, el concepto de marginalidad lo encontramos íntimamente relacionado con el fenómeno de la no participación. Para comprender la marginalidad debemos conocer bajo qué términos definimos a la participación: como la contribución o cooperación de cada uno de los miembros de la base societaria de cada uno de los contenidos en el término de integración. Este último concepto lo entendemos como el principio de unidad del conjunto social en estrecha relación con la pluralidad de sus componentes. Identificamos cinco componentes del concepto de integración: finalidad, todo existe para algún fin; cumplimiento de las normas exigidas en esa finalidad; adhesión a las ideas y valores involucrados con esa finalidad y en esas normas; utilización de los medios adecuados y necesarios; tareas, funciones, acción o papeles respectivos y su justa distribución entre los distintos miembros de la comunidad social (Vekemans, 1966, págs. 82-89).

 

Al contrario de Vekemans, quien considera que la situación de infravivienda va acompañada de la marginalidad urbana (Vekemans, 1967, pág. 285), Bastia reconoce las “diferencias” entre los habitantes de asentamientos irregulares y el “resto de la población”, pero no considera que dichas colectividades sean arbitrariamente catalogadas como marginales, debido a una estructura creada por diversos actores sociales que no siempre desembocan en una vida segregada y aislada, tanto dentro de la comunidad como fuera de ella (Bastia, 2007, pág. 87). Según el concepto de integración que utilizamos en nuestra investigación, veremos que las comunidades informales cumplen con este grado de vinculación, por lo cual no deberían de ser catalogadas como zonas marginales, ya que dentro y fuera de la comunidad existen diversos niveles de participación

 

Divergencia académica: el vacío conceptual

 

Entonces, ¿cómo definimos una zona marginada, infravivienda, Villa Miseria o Población Callampa? Actualmente no existe un acuerdo académico universal sobre el tema que estamos analizando. Las definiciones varían y toman matices según el enfoque con que se aborden.

 

En el presente texto se utilizará de manera indistinta el título de infravivienda, asentamiento/establecimiento informal o irregular, área urbana hiperdegrada, colonia/comunidad autoconstruida y asentamiento disperso para referirnos a barrios con proporciones elevadas de autoconstrucción, viviendas con niveles mínimos de habitabilidad y ausencia de infraestructura (Davis, 2006, pág. 54). Al mismo tiempo, optamos por la definición de la ONU y consideramos debería ser la generalmente utilizada, se refiere a dicha condición como “slums”, donde un grupo de individuos viven bajo un mismo techo en una zona urbana y carecen de uno o más de los siguientes servicios: 1) infraestructura que proteja contra las condiciones climáticas extremas, 2) suficiente espacio habitable, lo que significa que no más de tres individuos compartan la misma habitación, 3) acceso a agua potable, 4) acceso a un saneamiento adecuado y 5) legalidad en la propiedad habitada (UN Habitat, 2015).

 

Aproximación a los casos: el contexto latinoamericano

 

En el continente latinoamericano el desarrollo de los límites urbanos se ha amparado bajo dos métodos: la ocupación de terrenos donde los pobladores hacen posesión de un terreno sin ventas ni títulos con la esperanza que represente un coste cero, y la urbanización pirata, donde se cotizan terrenos periféricos en el mercado; en pocas palabras es la privatización de la ocupación. Dichos asentamientos piratas también son denominados como subdivisiones residenciales por mantener un nivel por debajo de los precios comerciales habituales (Davis, 2006, págs. 54-58).

 

En la dinámica conocida como urbanización pirata, se desprenden las denominadas parcelaciones piratas, proceso en el que se proporciona un título de propiedad, legal o de facto, sobre el terreno. En el primer caso, la maniobra estará dirigida por un especulador, latifundista, hacendado, comuna rural o  una entidad  tradicional; no existe una enemistad entre los propietarios de la tierra y los residentes, inclusive pueden apoyar la organización de la ocupación frente al Estado con la finalidad de presionar para inversiones en infraestructuras. En el segundo caso, donde se proporciona una propiedad de facto, los terrenos son usualmente propiedad del Estado; los ocupantes han pagado una garantía de propiedad a terceros, como políticos, líderes comunitarios u organizaciones mafiosas. A diferencia de los terrenos ocupados, en las parcelaciones piratas, forman lotes uniformes con calles convencionales; los servicios son rudimentarios o inexistentes y los precios de venta dependen de la habilidad de los residentes para negociar el coste (Davis, 2006, págs. 58-59).

 

Existe una creencia generalizada sobre los habitantes de asentamientos informales, pueden considerarse socialmente excluidos y marginados; sin embargo debemos reconocer que la heterogeneidad de las comunidades y que en algunos casos, ciudadanos escogen estas zonas para vivir por el bajo coste de alojamiento (Bastia, 2007, pág. 88). Usualmente se ocupan terrenos bajo el razonamiento de minimizar costos y el principal atractivo es la posibilidad de expansión y avances en la edificación de forma paulatina que permitirá costear por etapas las mejoras (Davis, 2006, pág. 55).

 

En ambos casos se han dado migraciones nacionales e internacionales hacia las denominadas infraviviendas. De forma más específica, en el caso de Argentina, los villeros han sido provenientes de los Estados vecinos, entendida como migración internacional al ser un grupo de personas que abandonan su país de origen para establecerse temporal o permanentemente en un país distinto al suyo. Por otra parte en Chile, las poblaciones Callampa son producto de migraciones internas, flujos de personas de una región a otra en un mismo país (Organización Internacional para las Migraciones, 2015, pág. 40). Es común que existan rupturas culturales locales debido a la inserción de agentes externos a las dinámicas sociales, los cuales provocan una reestructuración del futuro colectivo.

 

Los habitantes informales tienden a ser un foco de segregación y discriminación social desde diversos sectores. Puesto que han tenido que vivir bajo ciertas reservas, es recurrente que oculten su lugar de residencia por temor a ser discriminados; por otro lado, el modo de vida similar origina un sentimiento de comunidad, el vivir dentro de estos establecimiento puede simbolizar encontrarse próximo a las redes de personas a las que conocen, que les propician ayuda, apoyo y familiaridad. La comunidad es un elemento fundamental en la vida de cada individuo. Dentro de dicha dinámica las mujeres[2] no suelen encontrar siempre este soporte en la comunidad, ya que las conexiones en la comunidad tienden a reproducir las desigualdades de género y de clase, proporcionando así a la mujer menos apoyo, menos oportunidades de empleo o menos posibilidades para encontrar alojamiento barato (Bastia, 2007, pág. 90).

 

Los ciudadanos que radican en zonas marginales dentro de ciudades tienden a experimentar un efecto de deslumbramiento, entendido como una metamorfosis de la configuración psicológica del individuo ante la difusión de los símbolos de la cultura urbana (Maslow, 1941). Con intención de aterrizar dicho fenómeno a las masas latinoamericanas nos valemos de la siguiente alegoría: se ubican al frente a un vitrina la cual exhibe una serie de atributos de la modernidad del mundo occidental bajo la completa consciencia de su pocas posibilidades para adquirirlos (Vekemans, 1967, pág. 61).

 

¿Por qué habitar en infraviviendas?

 

Nuestro trabajo parte de la hipótesis de que existen cuatro lógicas principales para que los ciudadanos se instalen en viviendas de tal tipo. Partimos de lo propuesto por Ahmed Soliman (2003, págs. 119-120), y del supuesto de que la meta principal es residir en zonas cercanas a los lugares de trabajo, economizar el costo y el tiempo, y obtener alguna seguridad sobre los espacios habitados. Dicha suposición no se encuentra un orden jerárquico, cada familia transita alrededor de estas cuatro particularidades con el fin de adaptarse y bajo los intereses personales y colectivos.

 

  • La prioridad fundamental es acceder a los mercados de trabajo más importantes. Las familias llegan a alquilar una vivienda que cumpla la proximidad con los centros de empleo pero a su vez, puede representar gastos excesivos y eventualmente, no representará un acceso como propietarios del terreno.

  • De igual manera, la premisa recae en la cercanía laboral, un alojamiento informal, lo que usualmente se traduce en un bajo nivel de calidad de vida, renta baja o indirectamente inexistente, un acceso considerable a las oportunidades de empleo y con nula seguridad de la propiedad, que eventualmente conducirá a los habitantes ilegales a retirarse.

  • La más económica de las alternativas, ocupar un terreno de propiedad pública, situado normalmente en zonas periféricas de la ciudad, esto podría representar una elevación en el coste de transporte y casi nula iniciativa gubernamental en realizar obras de infraestructura.

  • En pocos casos se llega a adquirir de forma legal algún terreno dentro de las colonias semi informales y, cuando suelen lograrlo, carecen de la autorización oficial para construir. Este contexto ofrece cierta seguridad y es posible la instalación de servicios básicos si existe una organización dentro de la comunidad.

 

Villas Miseria: el caso de Argentina

 

Los alojamientos y viviendas colectivas en zonas marginales en Argentina proliferaron en la década de 1930 durante la tercera crisis de la deuda que experimentó América Latina en 1931, a consecuencia de la crisis del 29. Esta crisis pegó de forma más directa en el país argentino debido al gran dinamismo que la inversión extranjera estadounidense produjo durante 1920 (Toussaint, 2003, pág. 3).

 

En un primer momento se denominaron Villas de emergencia, al ser una medida temporal que permitiera un alojamiento barato para inmigrantes recién llegados a la ciudad, tanto nacionales como de países vecinos. La denominación de "Villas Miseria" se la debemos a Bernardo Verbitsky, escritor y periodista argentino, quien en su libro "Villa miseria también es América" publicada en 1957, bautizó de esta forma este tipo de asentamientos (Bastia, 2007, págs. 85-86).

 

Los inquilinatos fueron construidos originalmente con madera y planchas de metal por los emigrantes italianos de bajos recursos. Anteriormente dichas familias pertenecían a la clase media; debido a la crisis se les orilló a abandonar sus residencias para reubicarse en habitaciones donde compartían cocina y baño con un promedio de cinco familias más (Keeling, 1996, pág. 100). Una notable mayoría de Villas Miseria se construyó, en principio, sobre terrenos públicos cerca de los lugares de trabajo de los nuevos inmigrantes. Se puede considerar que otras aparecen de forma "instantánea" e, incluso, diversas Villas Miseria llegaron a ser planificadas por el gobierno argentino para solucionar el incremento de inmigrantes en Buenos Aires, proporcionando alojamiento barato y accesible, como fue la Villa 31 en el barrio Retiro.

 

El gobierno porteño comenzó con la construcción de viviendas básicas para alojar a los inmigrantes europeos de ingresos bajos, principalmente italianos, que trabajaban en la industria del ferrocarril, dado que su paga no era lo suficiente para proveerles un alojamiento más estable. Aunque gran parte de los residentes de las Villas siempre fueron inmigrantes nacionales argentinos, desde la década de los 30 se le sumaron inmigrantes procedentes de países latinoamericanos (Bastia, 2007, pág. 86).

 

Posteriormente a mediados del siglo XX, el proceso de industrialización propiciado por la sustitución de importaciones, ejerció una principal atracción de grandes contingentes de población rural hacia las ciudades. La creciente actividad económica demandaba más mano de obra pero la capital contaba con un déficit habitacional, orillando a los ciudadanos a buscar alojamiento rápido, económico y cercano a los lugares de trabajo por el bajo nivel adquisitivo (Crovara, 2004, pág. 35).

 

Ante el crecimiento y expansión de las villas, entre 1963 y 1966 se elaboró el Plan de Construcción de Viviendas Permanentes, bajo la administración de Arturo Umberto Llia, con la finalidad de erradicar las villas en Argentina. Para Buenos Aires, se creó el Plan Piloto para la Erradicación de las Villas de Emergencia. Este consistía de tres etapas: 1) promover la organización y participación de los villeros en el proyecto con acciones sociales de refuerzo en el plano educativo y mejoramiento urbano y habitacional, 2) retener la expansión del área afectada, y 3) ponerle fin al otorgamiento de vivienda definitiva a cada familia reubicada. Dichos programas no se implementaron, ni se llevaron a cabo erradicaciones durante este periodo, del plan piloto únicamente se llevó acabo la primera etapa (Juari, 2015, págs. 2-3).

 

Durante el régimen militar de Juan Carlos Onganía (1966-1970), se estableció el Plan de Erradicación de Villas de Emergencia, compuesto por dos etapas: la primera, de viviendas transitorias, estimaba la construcción de 8.000 viviendas temporales antes del acceso a su vivienda definitiva y la segunda de viviendas definitivas. Los acreedores serían aquellos individuos que anteriormente hubiesen cumplido su estadía en las viviendas transitorias, con el objetivo de localizar a 70.000 familias (Juari, 2015).

 

La población de las Villas ha sido víctima de constantes actos de discriminación y rechazo social, situación que se acentúa en 1976, después del golpe de Estado. El régimen militar de Jorge Rafael Videla se comprometía con la erradicación total de las Villas, perjudicando durante su administración a 208. 783 villeros. Esta campaña consistía en continuos bombardeos mediáticos con mensajes racistas que fortalecían los estereotipos; posteriormente las comunidades sufrieron corte de servicios básicos así como la prohibición de todo tipo de comercio dentro de las Villas.

 

El trato hacia los villeros llegó a ser inhumano, las comunidades se convirtieron en campos operados por militares, se implementó un sistema de identificación mediante tarjetas las cuales eran indispensables para entrar o salir de las comunidades. Además, cualquier intento de organización fue objeto inmediato de intimidación (Bastia, 2007, pág. 87). El establecimiento de comunidades de inmigrantes ofrece una ramificación de relaciones sociales entre los “nacionales” y la agrupación inmigrante, transmutando la identidad social y la rutina cultural (Held, McGrew, Goldblatt, & Perraton, 1999, pág. 285). En muchos casos, no sólo existe una interacción entre culturas “opuestas” sino que también llegan a sobreponerse, originando una mezcla de numerosas influencias.

 

Dichos programas gubernamentales y la inserción de nuevos integrantes en las urbes propiciaron un enfrentamiento entre los porteños y los villeros, ya que discriminaban a los inmigrantes internos (Marguils, 1974), inclusive hasta ahora existe cierto rechazo hacia los inmigrantes. La población urbana porteña estigmatizó con frecuencia a los inmigrantes internos, dándoles nombres peyorativos como “cabecita negra”, en referencia al color de su piel y su pelo (Ratier, 1971). Es esta extrañeza la que provoca un rechazo a otras culturas, al entrar en choque nuevas costumbres y dinámicas sociales que no nos habíamos imaginado, preferimos ignorar o tachar de negativas aquellas culturas que no conocemos y demostramos nuestra falta de capacidad para relacionarlos con aquello que nos resulta misterioso (Geertz, 2003, pág. 27).

Lo cierto es que a partir de esta interacción se produce la posibilidad de crear nuevas estructuras sociales y reinventar el futuro colectivo, lo que también modifica las maneras de vivir aunque los valores y las normas de comportamiento varían enormemente de una cultura a otra (Giddens, 1996, pág. 71). Si bien esta interacción presenta dicha posibilidad, también se debe de reconocer que las minorías tienden a ser grupos marginados en la periferia de una sociedad, experimentando una segregación social, cultural y política; son muy específicos los casos donde se les concede un lugar significativo o legítimo dentro de la nación anfitriona (Held, McGrew, Goldblatt, & Perraton, 1999, pág. 315).

 

Como se ha mencionado, una porción considerable de la población no sólo acepto tales tácticas gubernamentales y a la par, existieron ciudadanos conscientes de dicha problemática, los cuales se consolidaron en diversos proyectos de apoyo a los desahuciados, ofreciendo viviendas en las provincias argentinas con el fin de realojarles. Dichos apoyos sociales no fueron del todo efectivos, muchos villeros no quisieron reubicarse ya que se encontraban con un tramo de distancia considerable por recorrer hasta el lugar de trabajo, sumado a esto y al poco seguimiento los terrenos en muchos casos fueron entregados a otros sectores sociales.  No fue hasta el retorno a la democracia, en diciembre de 1983, que dichas campañas terminaron permitiendo a los villeros regresar a las urbes sin ser perseguidos (Bastia, 2007, pág. 87). Dicha situación empeoró cuando la estructura del país se modificó con el gobierno menemista en 1989, ya que su programa económico, meramente neoliberal, implementó la privatización a los servicios públicos (Crovara, 2004, pág. 30).

 

Se estima que en el año 2003 en Argentina el 33% de la población habitaba en áreas urbanas hiperdegradadas, un estimado de once millones de ciudadanos (Davis, 2006, pág. 38), y de forma universal, para la primera década del nuevo siglo, se estima que en las infraviviendas habitan más de mil millones de personas, principalmente en países en vías de desarrollo, lo que representa alrededor de un tercio de la

totalidad de residentes urbanos (Bastia, 2007, pág. 85).

 

La profesora Tanja Bastia hace un especial énfasis en que las Villas Miseria no son únicamente espacios negativos donde individuos y familias enteras se desenvuelven, sino que "las villas miseria son también lugares de esperanza, y proporcionan no sólo alojamiento asequible para inmigrantes recién llegados", sino que, además, crean sentimientos de comunidad y unidad (Bastia, 2007, pág. 85).

 

Poblaciones Callampa: el caso de Chile

 

El nombre poblaciones callampa se debe a la innumerable formación de poblaciones construidas a partir de

diversos desechos como latas, cartones y maderas, que brotaron con rapidez, y hace referencia al crecimiento de los hongos (Biblioteca Nacional de Chile, 2015). Definimos a una población callampa como las viviendas producto de la crisis y transición entre cada proyecto modernizador (Leyton, 1994, pág. 16).

 

La ciudad capital de Chile, Santiago, sufrió el arribo de suburbios populares hacia la segunda mitad del siglo XIX, modificando la estética de Santiago, haciéndola flotar entre lo rural y lo urbano. Bajo este contexto de industrialización, y con la proletarización de la población popular, surgen los denominados conventillos, un conjunto redondo de cuartos alineados a lo largo de una calle con un patio entre dos hileras que fungía como espacio común. Dicha propiedad estaba destinada al arrendamiento por piezas a los proletarios; podemos considerar al conventillo como el precedente de las poblaciones callampas (Leyton, 1994, pág. 16).

 

El surgimiento de las poblaciones callampa remonta a la crisis económica de 1931-1932 ya que, ante la situación financiera, miles de conventilleros dejaron de pagar el alquiler, lo que los llevó a habitar en albergues y de ahí a las callampas. Debemos considerar que dichos asentamientos fueron una solución transitoria para la población popular ante el deseo de abandonar su condición de arrendatario y ser propietario de su vivienda (Leyton, 1994, pág. 17). Sin embargo, sabemos que flujos migratorios de tal cantidad no surgen de un día para otro, o al menos en este caso, se mantuvo una tendencia desde el siglo XIX, pero no fue hasta 1930, en la capital Santiago y otras regiones como Valparaíso, Concepción, Iquique y Antofagasta. A la par, el aumento de la presencia de la clase media marcó a la sociedad chilena con la aspiración a la “casa propia” y la educación profesional de sus hijos (Baeza, 2014, pág. 235).

 

Durante 1939, se instauró la Corporación de Reconstrucción, con la finalidad de promover la edificación de viviendas populares. Su espectro de acción involucró a los pobladores de infraviviendas y a las víctimas de desastres naturales. Su programa preveía su extinción para 1945, pero a partir de diversas reformas se prorrogó su existencia hasta 1958 y, a lo largo de su administración, fue objeto de diversas transformaciones y fusiones con otras organizaciones hasta convertirse en la Corporación de la Vivienda. En sus casi veinte años de trabajo, sus edificaciones no sobrepasaron las 30 000 unidades, lo cual presentó problemas al ser 35 000 familias anualmente las que necesitaron una reubicación de vivienda. Lamentablemente las rentas mensuales que fueron en alza impidieron que las familias accedieran a una casa. A pesar de los diversos esfuerzos, no fueron suficientes. Mientras miles de casas eran levantadas por la Corporación, los chilenos se ubicaban en zonas peligrosas por ser más accesibles económicamente (Witker, 1964, pág. 67).

 

En Argentina, el crecimiento demográfico por migración provocó diversos programas públicos con la finalidad de ubicar a los nuevos pobladores urbanos. En Chile dicho incremento derivó en una serie de reformas que buscaban establecer la educación gratuitita en el país, dado la fuerte demanda educativa, ya fuese laica o católica, situación que terminó ante el golpe de Estado orquestado por Pinochet, dando fin a la administración socialista de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973 (Cárcamo, 2012).

 

Las principales Poblaciones Callampa de Chile se ubican en Santiago, Valparaíso y Concepción. La concentración más fuerte comenzó en 1950 y, dos décadas después, el 10% de la población consiguió terrenos a través de la ocupación en Santiago (Witker, 1964, pág. 67). El incremento se debe en gran parte a dos razones principales. La primera involucra al sector económico ya que, a pesar de que el modelo de desarrollo hacia adentro permitió el crecimiento sostenido de la economía, no logró satisfacer las demandas sociales que nacieron a partir de diversificadas olas inflacionarias que provocaron el alza del costo de vida a niveles nunca antes vistos en la nación chilena; no tardó en llegar el déficit a los sectores habitacional, educacional y laboral. El segundo factor que contribuyó fue el crecimiento demográfico, cuya tasa pasó de 2.4 a 2.9% anual en la década de 1950-1960; la población total pasó de 6,000,000 a 7, 300,000 habitantes, aproximadamente (Baeza, 2014, pág. 231).

 

El gobierno chileno, dentro de los esfuerzos por lidiar con dicha situación, fue desarrollando diversos programas. Durante 1954 se creó la Corporación de la Vivienda (CORVI), logrando la construcción de la población San Gregorio en La Granja y la de José María Caro en San Miguel, esta última en homenaje al primer cardenal chileno. En respuesta al 40% de la población que vivía en condiciones inhumanas en Santiago, aproximadamente 1, 871,663 personas, de las cuales el 60% carecía de alcantarillado y el 45% no disponía de agua potable (Witker, 1964, pág. 66).

 

Durante la administración de Eduardo Frei Montalva (1964- 1970), quien anteriormente mantuvo el cargo de Ministro de Obras Públicas y Vías de Comunicación (1945-1946), se implementa la “operación de sitio”, que facilitaba una serie de créditos a los pobladores para adquirir terrenos con urbanización básica, los cuales contaban con letrinas, pilones de agua potable, calles ripiadas, soleras y tendido eléctrico. Aunque esas medidas parecieron adecuadas, las construcciones se vieron acompañadas por lentitudes y obstáculos en el proceso y ante el aumento explosivo de las necesidades habitacionales no lograron reducir el número de ocupaciones de terreno (Biblioteca Nacional de Chile, 2015).

 

El incremento poblacional a mediados del siglo XX, en especial dentro de las ciudades, fue consecuencia directa del proceso industrializador que vivía la urbe, convirtiéndose en atractivo para los campesinos y habitantes rurales. Lamentablemente, no se tenía una estructura ad hoc para absorber a las masas que migraban del campo a la ciudad, aquí se dio el nacimiento de las “poblaciones callampa” (Baeza, 2014, págs. 234-235).    

 

En la urbanización de Santiago encontramos dos lógicas principales que surgen de la industrialización como proceso de producción capitalista que generaron las poblaciones populares. La primera, institucional, se refiere a las políticas habitacionales por parte del Estado, y la segunda, reivindicativa, como producto de la lucha emprendida por los sectores populares para dar por sí mismos una solución a sus demandas de vivienda (Leyton, 1994, pág. 17).

 

A partir de la década de los setenta la dinámica demográfica en Santiago cambió completamente. El movimiento migratorio fue remplazado por desplazamientos dentro de la capital, ya que en febrero de 1979, dichos movimientos ocupacionales fueron legalizados con la promulgación del decreto 2.552 nombrado “Programa de viviendas básicas de erradicación de campamentos”. El plan consistía en la reubicación de 28.703 familias durante su decreto hasta 1985, en cinco comunas del sur de Santiago: La Pintana, Puente Alto, La Granja, San Bernardo y Peñalolén (Biblioteca Nacional de Chile, 2015).

 

Chile es un caso destacable en el combate a la pobreza extrema por dos razones principales: 1) su eje de acción gubernamental aborda la problemática de la pobreza de forma multidimensional manteniendo políticas integradas por diferentes ministerios y agencias del sector público; y 2) pretende superar la situación de pobreza extrema a través de las competencias y fomento a las habilidades en la población más vulnerable, sin la entrega directa de transferencias monetarias. El programa Chile solidario participó con cerca de 550.000 familias entre 2002 y 2012, y cada unidad familiar contó con el acompañamiento de un profesional. Su labor consistía en trabajar junto con la familia en el desarrollo de un plan de activación de las capacidades requeridas para la superación de la situación de pobreza (Larrañaga & Cabezas, Las políticas para la superación de la pobreza en Chile, 2015).

 

Dicho programa evolucionó durante la administración de Sebastián Piñera (2010-2014) y fue nombrado como Ingreso Ético Familiar. Esta iniciativa conserva ciertas características de Chile Solidario, al seguir el matiz interinstitucional de combate a la pobreza extrema. El programa mantiene su sede en el Ministerio de Desarrollo Social, así como una ejecución descentralizada en los municipios y el componente de un apoyo psico-social a las familias participantes.

 

La principal modificación radica en incluir una serie de transferencias monetarias condicionadas y no condicionadas, así como en el Programa Eje, el cual considera una adaptación de la intervención según las características de cada familia y su desarrollo monetario. Estas variaciones están en condición de mejorar los aspectos débiles de Chile Solidario, principalmente en la generación de empleos e ingresos (Larrañaga & Cabezas, Las políticas para la superación de la pobreza en Chile, 2015). No obstante, el programa Ingreso Ético Familiar, ha recibido ciertas críticas por la transferencia monetaria por los escépticos que no confían en la efectividad de los estímulos económicos para influenciar la actitud social (Larrañaga, Contreras, & Cabezas, 2014, pág. 30).

 

En 2011 Chile es clasificado con un Índice de Desarrollo Humano muy alto, así como Argentina (Programas de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2015). La nación chilena ha trabajado sobre el sector poblacional que vive en situación de pobreza, en aproximadamente veinte años, dicho porcentaje cayó desde 38.6% en 1990 a 7.8 % en 2013. De forma directa la implementación del programa Chile Solidario, un sistema de protección social encaminado a la superación de la extrema pobreza o indigencia, iniciado en 2007 por iniciativa del presidente Ricardo Lagos Escobar (2000-2006), ha ayudado a este decremento (Larrañaga & Cabezas, Las políticas para la superación de la pobreza en Chile, 2015).

 

Conclusiones

 

Nos encontramos ante un punto de inflexión y los nuevos encuentros entre colectividades han establecido permanentes cambios en las dinámicas sociales, por lo cual la cultura es ahora una continua producción, actualización y transformación de modelos simbólicos a través de la práctica individual y colectiva, en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados (Giménez, 2014, pág. 9). La mayoría de los villeros y pobladores de callampas se desenvuelven en un ambiente hostil, mientras generan un fuerte sentimiento de unión y empatía por el estilo similar de vida, por lo cual compartimos la idea de que es una obligación de la social y del Estado garantizar una vivienda digna para cada familia, a pesar que en la actual dinámica capitalista la vivienda no es un derecho social, sino un bien económico en el mercado (Leyton, 1994, pág. 14).

 

En ambos casos vimos una relación directa entre el desarrollo industrial y el crecimiento demográfico en las zonas urbanas, la cual ha fomentado las migraciones al ser un imán para los ciudadanos en busca de oportunidades de empleo. Lamentablemente las ciudades capitales estudiadas no contaron con la infraestructura adecuada para darle cabida a las nuevas dinámicas de organización.

 

Es indispensable la literatura en este tema, los asentamientos informales son una situación que diversos países experimentan, desde países desarrollados y en vías de desarrollo. No se niega la riqueza de estudios regionales y de caso al respecto, pero sí una teoría más generalizada. A partir de esto propongo que los científicos sociales deben realizar un esfuerzo más contundente al analizar y presentar estudios de infraviviendas de una forma más general, ya que hasta el momento no contamos con una teoría universal al respecto. A la par es necesaria la obtención de datos e investigaciones recientes para explicar y presentar soluciones coherentes para la incrustación de los nuevos integrantes urbanos en la dinámica nacional e internacional. Una teoría que intente englobar la mayoría de casos podría facilitar su estudio abriendo la oportunidad a que nuevos académicos se involucren en el tema, de igual manera se reconoce la importancia de los estudios de casos ya que permiten el análisis a detalle de diversos países. La interlocución entre una teoría global y estudios de caso permitirían a los intelectuales y también a las administraciones gubernamentales conocer la situación a profundidad con la finalidad de presentar soluciones más coherentes a las problemáticas de los asentamientos informales.

 

Bibliografía

Baeza, R. S. (2014). Historia mínima de Chile. México, D.F.: El Colegio de México.

Bastia, T. (2007). Urbanización, migración y exclusión social: viñetas desde las villas miseria. Papeles, 83-91. Obtenido de http://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/revista_papeles/98/Villas_miseria_T._Bastia.pdf

Biblioteca Nacional de Chile. (31 de Mayo de 2015). Poblamiento. Obtenido de Memoria Chilena: http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-93813.html

Cárcamo, C. d. (Dirección). (2012). La primavera de Chile [Película].

Casanova, P. G. (1965). La democracia en México. México: Era.

Crovara, M. E. (2004). Pobreza y estigma en una villa miseria argentina. Política y Cultura, 29-45.

Davis, M. (2006). Planeta de ciudades misera. España: Akal.

Geertz, C. (2003). La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa.

Giddens, A. (1996). Sociología. España: Alianza.

Giménez, G. (11 de Noviembre de 2014). La concepción simbólica de la cultura. Obtenido de Seminario Permanente de Cultura y Representaciones Sociales: http://www.paginasprodigy.com/peimber/cultura.pdf

Held, D., McGrew, A., Goldblatt, D., & Perraton, J. (1999). Global Transformations: Politics, Economics and Culture. Stanford, California: Stanford University Press.

Juari, N. (3 de 06 de 2015). Las villas de la ciudad de buenos aires: una historia de promesas incumplidas. Obtenido de Facultad de periodismo y comunicación social: http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/question/article/viewFile/565/856

Keeling, D. (1996). Buenos Aires: Global Dreams, Local Crises. Chichester: Academy Press.

Kymlicka, W. (1995). Multicultural Citizenship. A liberal theory of minority rights. Oxford: Oxford University Press.

Larrañaga, O., & Cabezas, G. (7 de Junio de 2015). Las políticas para la superación de la pobreza en Chile. Obtenido de Revista Humanum: http://www.revistahumanum.org/blog/las-politicas-para-la-superacion-de-la-pobreza-en-chile/#.VWNt2vCimKs.facebook

Larrañaga, O., Contreras, D., & Cabezas, G. (2014). Políticas contra la pobreza: de Chile Solidario al Ingreso Ético Familiar. Santiago: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Leyton, J. C. (1994). Las poblaciones callampas. Una expresión de la lucha social de los pobres, Santiago 1930-1960. Santiago: Facultad Latinoamericana de Cienciencias Sociales, FLACSO, Sede Chile.

Lipovetsky, G. (2014). Los tiempos hipermodernos. Barcelona: Anagrama.

Marguils, M. (1974). Migración y marginalidad en la sociedad argentina. Buenos Aires: Paidós.

Maslow, A. (1941). Deprivation, theat and frustration. Psychological Review, 364-366.

Organización Internacional para las Migraciones. (22 de Mayo de 2015). Glosario de migración. Obtenido de Organización Internacional para las Migraciones: http://publications.iom.int/bookstore/free/IML_7_SP.pdf

Programas de las Naciones Unidas para el Desarrollo. (6 de Junio de 2015). Informe sobre Desarrollo Humano 2011. Obtenido de Programas de las Naciones Unidas para el Desarrollo: http://www.undp.org/content/undp/es/home/librarypage/hdr/human_developmentreport2011.html

Ratier, H. (1971). El cabecita negra. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.

Sivaramakrishnan, K. (s.f). Urban Governance.

Soliman, A. (2003). A possible way out. Maryland: University Press of America.

Toussaint, E. (2003). Las crisis de la deuda externa de América Latina en los siglos XIX y XX. Brucelas: Comité para la anulación de la deuda del tercer mundo.

UN Habitat. (30 de 05 de 2015). Sate of the world's cities 2006/7. Obtenido de UN Habitat: http://ww2.unhabitat.org/mediacentre/documents/sowcr2006/SOWCR%205.pdf

Vekemans, R. (1966). América Latina y desarrollo social. Santiago: Centro para el desarrollo económico y social de América Latina.

Vekemans, R. (1967). Marginalidad en América Latina. Un ensayo de diagnóstico. Santiago de Chile: Desal.

Wenden, C. W. (2010). El fenómeno migratorio en el siglo XXI. Migrantes, refugiados y relaciones internacionales. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.

Witker, A. (1964). Chile frente al futuro. Foro Internacional, 53-83.

 

 

 

 

[1] No se ahondará en los significados de cada nombre ya que sería extender los propósitos de dicho texto. Cabe recalcar que dicha lista a pesar de intentar conglomerar los conceptos más utilizados, pueden cambiar drásticamente de ciudad a ciudad e inclusive de regiones dentro de la misma ciudad, además que no son los únicos países que experimentan dicha situación. Ver Anexo 1.

 

[2] En la investigación realizada se encontró una gran variedad de información referente a diversos grupos “minoritarios” como mujeres, niños, ancianos, indígenas que dentro de la comunidad marginal sufren discriminación, debido a la complejidad y el propósito de dicho texto no se ahondará más en el tema al considerar que merece un trabajo completamente dedicado a esta situación.

 

*Adria Haro Pérez es estudiante de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de El Colegio de San Luis

bottom of page