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Variaciones de un trasatlántico incierto

Miriam Perales*

Número 3, año1, enero-abril de 2015

I

Sol mediodía incansable amoroso

acaricias la tersura de las olas

somos cielos descubriéndonos

gotas de rocío bajo el árbol milenario

 

Sol mediodía tocando mis labios

dibujas el signo oculto de mis ramas

la corteza que emana la savia

del fruto cultivado de los vientos

 

Sol mediodía emancipador creyente

mago de melodías de caracolas

y arena dormida en el baja mar

tus dedos de agua buscan mis pasos

 

Sol mediodía guardián de sueños

desnudas esta música caricia

vamos tejiendo el silencio del beso

el conjuro eterno de los mares

 

II

¿Qué podemos ser? sino este amanecer

dormido con lámparas de sándalo

sutil sombra fundiéndose

tejiendo la seda de nuestra piel

 

Somos el cigarrillo que descansa

en la tibia hamaca y su sueño

abrimos la tarde asombrados

tocando los labios del crepúsculo

 

Saboreamos el durazno de abril

en medio de suave espuma

de cascadas que descubren

el contoneo de la sirena

 

Somos simplemente

una tejedora y un navegante

encontrándose en el puerto

borrando el olvido de los mares

 

 

III

¿Cómo saber si tu corazón sigue ahí?

Hay un árbol que mira nuestra historia:

amaneceres cultivados por tus manos

estrellas esperando al final de la escalera

 

¿Dónde estás amor, dónde estás?

Aprendí a reconocerte a cada paso:

hoja de sauce dormido en el río

viento que acaricia este sueño

bugambilia que revive el iris

 

Eres la mirada perdida en el horizonte

en la constelación que somos,

en la vía láctea que seremos

bajo la tibia cúpula de los amantes

 

Tengo la certeza de tus besos

coleccionados en la huida

en los resquicios de este instante

de este llamado cuerpo

en el rojo de la tarde incierta

guardada en el centro del Oriente

En ese lugar que soy, que fuimos

el canto de agua, seremos

saciaremos la tormenta

beberemos y cruzaremos

esa levedad de velas

mirándonos a los ojos.

 

IV

Te pienso caudal de río

avivando esta tierra

sembrando los días

las noches de almizcle

 

Te abrazo cielo mío

azul eterno al que volveré

al llamado del colibrí

en el instante silente

 

Eres el horizonte

inacabable devorador

en donde dormiré

como ayer, ahora

 

Te pienso, te abrazo

mientras la alondra

nos canta al oído

 

*Miram Perales es estudiante de la Maestría en Literatura Hispanoamericana en El Colegio de San Luis 

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